martes, 2 de agosto de 2016

Fulvia ¿a la sombra de Clodio?

Denostada por los historiadores de su época y olvidada por la posteridad, la imagen de Fulvia, tercera esposa de Marco Antonio, de quién Veleyo Patérculo (I, 74, 2) llegó a afirmar que "no tenía de mujer más que su sexo", fue construida en la literatura augústea por oposición a Octavia, cuarta esposa de Marco Antonio y hermana del propio Augusto, presentada en la propaganda y en la política moral del Principado, junto a su cuñada Livia, como la encarnación viviente de los mejores y más puros ideales de matrona romana  -ver nuestro artículo El arquetipo de esposa romana según la literatura latina-. Los diversos autores al servicio del régimen imperial elaboraron en sus escritos la contraposición Octavia/Fulvia, dos imágenes de la mujer romana incompatibles y mutuamente excluyentes, reflejo de dos realidades distintas y contemporáneas definidas mediante su completa y absoluta oposición a la contraria, sin que existiera una mínima posibilidad de un término medio entre ambas, un punto de unión o un nexo en común. De acuerdo con este deliberado sistema de opuestos, para que las virtudes de Octavia resultaran aún más extraordinarias y la distinguieran de la totalidad de las matronas, sirviendo de esta forma de ejemplo edificante para las mismas, la imagen de Fulvia hubo de adaptarse a todos y cada uno de los estereotipos negativos existentes sobre la mujer. Se convirtió, tras su muerte, en la manifestación tangible de la llamada impotentia muliebris: una mujer incapaz de controlarse, carente de todo sentido de la medida, desprovista de toda virtud, privada de la razón y dominada por entero por las pasiones; una mujer, en definitiva, débil moralmente e inclinada siempre hacia el mal, cuya naturaleza "incivilizada", similar a la de bárbaros y bacantes, no pudo ser sometida ante la ausencia de un padre o de un marido con auténtica autoridad -ver nuestro artículo Vicios y defectos de la mujer romana en la literatura latina: la "impotentia muliebris"-.

Sin embargo, ¿QUIÉN FUE REALMENTE FULVIA?

Nacida como Fulvia Flacca Bambalia a finales de la década de los 80 o inicios de la década de los 70 del siglo I a.C., era la única descendiente de Marco Fulvio Flacco Bambalio y Sempronia Graca. Aunque procedente de familia plebeya, contaba con varios cónsules entre sus antepasados. Su propio abuelo, Marco Fulvio Flaco, había ocupado la máxima magistratura en 125 a.C., siendo conocido por su apoyo incondicional a Tiberio y Cayo Sempronio Graco -ver nuestro artículo Las reformas de los hermanos Graco-. Su padre, no obstante, nunca destacó en el Senado debido a su tartamudez o como mínimo cierta vacilación al hablar, un defecto que provocaría que Cicerón le apodara "Bambalio", del griego bambulein ("tartamudez"); ello generó en la pequeña Fulvia cierto odio hacia el orador que no haría más que incrementarse con el paso de los años y los hechos posteriores. Por parte de su madre, Sempronia, era nieta de Cayo Graco, sobrino-nieta de Tiberio Graco, descendiente de la gens Licinia y la gens Claudia, del gran Publio Cornelio Escipión Africano y del general Lucio Emilio Paulo Macedónico. Gozaba Fulvia, por lo tanto, de una célebre, reputada e idolatrada ascendencia, de estupendas conexiones familiares con los más prominentes y antiguos linajes de la aristocracia romana, además del cariño incondicional de la plebe y el favor perpetuo de la factio popular del Senado -ver nuestro artículo Cayo Mario y los populares-, en su calidad de última descendiente viva de los hermanos Graco, los cuales habían alcanzado ya, para estos grupos, la categoría de héroes y mártires por la causa. A esta influencia y prestigio evidentes se añadiría, en el año 63 a.C. con la muerte de su madre, la enorme fortuna de los Graco. Todo ello convirtió a Fulvia en un partido muy solicitado y no pasó mucho tiempo antes de contraer su primer matrimonio, con Publio Clodio Pulcro

Perteneciente a la rica familia patricia de los Claudii Pulchrii, su marido había adoptado la pronunciación en latín vulgar de su nomen, Clodius, en un intento de ganarse a las clases bajas y de acercarse a la factio popular del Senado. Su carrera política, sin embargo, había comenzado de forma bastante mediocre. Había luchado a las órdenes de su cuñado Lucio Licinio Lúculo en la Tercera Guerra Mitridática contra Mitrídates VI del Ponto hasta que, considerándose tratado con poco respeto, instigó una revuelta entre los soldados. Otro cuñado, Quinto Marcio Rex, gobernador de Cilicia, le otorgaría el mando de su flota, hasta que acabó siendo capturado por los piratas. Tras su liberación marchó a Siria, donde estuvo a punto de perder la vida en un motín del que posiblemente fuera instigador. A su regreso a Roma en 65 a.C., procesó a Catilina por extorsión, pero sobornado por éste, le obtuvo la absolución -ver nuestro artículo La conjuración de Catilina-. En diciembre del año 62 a.C., menos de un año después de su boda con Fulvia, Clodio estaría también implicado en el gran escándalo de los Misterios de Bona Dea, en los que vestido como mujer -puesto que estaba prohibida la presencia de los hombres- entró en la Regia, hogar de Julio César en su calidad de pontifex maximus y lugar de la celebración de los misterios, con la intención, al parecer, de encontrarse en secreto con Pompeya Sila, esposa de César. Fue descubierto por una esclava y llevado rápidamente a juicio, pero evitaría la condena sobornando al jurado (Cicerón, Cartas a Ático, 1, 16). Las violentas declaraciones públicas que hiciera Cicerón contra él durante su juicio originaron en Clodio el enconado odio que sentiría el resto de su vida hacia el orador, y no hicieron más que reafirmar y acrecentar el rencor que Fulvia ya sintiera hacia él desde la infancia.

No obstante, a partir del año 61 a.C., todo comenzó a cambiar y la carrera hasta entonces mediocre de Clodio de repente inició un ascenso imparable. A su regreso de Sicilia, donde había sido designado cuestor, Clodio renunció a su rango patricial. Tras lograr el consentimiento del Senado fue adoptado por un tal Publio Fonteyo, miembro de una rama plebeya de su propia familia en 59 a.C. De esta forma, pudo optar y conseguir el cargo de tribuno de la plebe, al que no hubiera podido acceder siendo patricio. Con el apoyo de César, Pompeyo y Craso, que sin duda le consideraban un simple instrumento de sus intereses -ver nuestro artículo El primer triunvirato-, su primera acción como tribuno fue llevar a cabo una serie de leyes para ganarse el apoyo popular: distribuyó grano de forma gratuita durante un mes, aprobó medidas para aumentar el poder de las asambleas populares, prohibió a los censores excluir a cualquier ciudadano para el Senado, y a los senadores infligir cualquier castigo a un sospechoso hasta que hubiera sido acusado públicamente y condenado -lo que llevó a Cicerón al exilio-, y, sobre todo, restableció los collegia, en los que basaría su poder.  Se trataba de bandas armadas, dirigidas por un cabecilla, que, bajo la máscara de asociaciones de carácter religioso, profesional o político, ofrecían sus servicios para controlar las reuniones políticas o provocar disturbios en las asambleas, o en la calle, con el único objetivo de controlar la política mediante la coerción, la violencia y el miedo; ello refleja claramente el deterioro de la política interior romana y la creciente importancia de las masas. Los collegia habían sido prohibidos en el año 64, pero Clodio no sólo aprobó la ley que condujo a su restablecimiento, sino que además se convirtió en el organizador de los mismos, a los que distribuyó armas y dotó de un sistema paramilitar. Así pues, mientras los miembros del triunvirato consideraban a Clodio un medio para lograr sus fines desde el tribunado de la plebe, Clodio utilizaba su magistratura para crearse un poder personal e independiente de los triunviros, mediante la manipulación de la plebe.

La marcha de César a las Galias, convirtió a Clodio en el dueño absoluto de Roma. No contento con su nueva situación y buscando quizás minar los cimientos del primer triunvirato, como paso previo para aumentar aún más su propio poder, Clodio enfrentó a Craso y Pompeyo en ausencia de César y atacó la imagen pública de este último. Para defenderse de Clodio y intentar restablecer su autoridad y popularidad, bastante minadas por su asociación con César y Craso, Pompeyo recurrió de nuevo a otro tribuno de la plebe, Tito Anio Milón, que se enfrentará a él formando sus propias bandas callejeras, no con la plebe urbana, como Clodio, si no reclutando a los veteranos de Pompeyo y contratando a escuelas de gladiadores enteras. Así mismo, hizo regresar del exilio a Cicerón, el cual, agradecido, actuó como mediador a partir de entonces entre Pompeyo y el Senado. La nueva situación no favorecía a Clodio, quién reaccionó con un inesperado giro político a fin de conservar su poder. Confiando en la lealtad de las clases bajas y la factio popular, decidió ofrecer a la factio optimate del Senado, dividida en su fidelidad a Pompeyo, Catón y otros, un nuevo líder: él mismo. Para ello, se declaró dispuesto a invalidar la legislación de César, y arrastró con él a Craso, cansado de su papel en la sombra

Es imposible no preguntarse por el papel de Fulvia en la fulgurante carrera de su marido, la cual se inició, sin duda no casualmente, tras su matrimonio. Es obvio que a Clodio le fueron más que útiles las conexiones familiares de su esposa y el favor del que gozaba ésta entre las clases bajas y la factio popular como única descendiente de los Graco, así como su inmensa fortuna. Sin embargo, la actuación de Fulvia no debió limitarse a una aportación tan pasiva, puesto que, como afirmó Plutarco (Antonio, X, 3), "era una mujer que no había nacido para hilar ni hacer las tareas domésticas". Valerio Máximo declaró al respecto: "Clodio Pulcro tenía el favor de la plebe, pero este hombre duro llegó a estar obsesionado con Fulvia, y su gloria pasó a estar bajo el mando de una mujer". Así pues, dejando de lado el ataque contra Clodio -la acusación de estar sometido a la esposa como una clara muestra de debilidad y causa de mofa se repetirá nuevamente con Marco Antonio-, es claro que lo que, en inicio, fue un matrimonio concertado se había convertido en algo más: una asociación política y económica muy productiva para ambas partes y, aún así, impregnada de auténtico afecto sino amor, en la que Fulvia jugó un papel bastante activo como aliada, tesorera y consejera de Clodio -hasta el punto de que Valerio Máximo la considera el verdadero poder en la sombra-.

Sin embargo, la violencia creada por Clodio acabó por pasar factura. En el año 53 a.C., mientras Milón era candidato al consulado y Clodio aspiraba a la pretura, ambos rivales reunieron sus collegia enfrentándose en las calles de Roma, retrasando así las elecciones. Finalmente, el 18 de enero de 52 a.C., Clodio fue asesinado en un enfrentamiento con los hombres de Milón en la Vía Apia. Con la muerte de su marido, Fulvia se muestra, por primera vez, de forma pública, como el animal político que en verdad es en lo que fue, sin duda, una brillante puesta en escena, equiparable tan sólo a la que años más tarde llevará a cabo Marco Antonio con ocasión del funeral de César. Inconsolable y llorosa, emitiendo grandes alaridos y lamentos mientras se aferraba a las manos de sus hijos pequeños, ahora huérfanos, Fulvia paseó el cuerpo acuchillado de su marido por las calles de Roma sublevando a la plebe, la cual, conmovida por la imagen y furiosa por la muerte del que fuera su lider, formó una turba incontrolable e imparable que tomó el cuerpo de Clodio y lo incineró frente al Senado, quemando también la Curia Hostilia en represalias. Milón tampoco tardó mucho en caer; llevado a juicio por dos de los hermanos de Clodio, Apio Claudio Pulcro el Mayor y Apio Claudio Pulcro el Menor, fue torpemente defendido por Cicerón y acabó por perder sus bienes y partir al exilio. Aquellas serían las primeras demostraciones de fuerza de Fulvia, quién, en calidad de viuda de Clodio y madre de sus hijos, heredó su liderazgo de los collegia y aumentó su influencia y poder sobre la plebe urbana.

LA ESTRELLA DE CLODIO SE HABÍA APAGADO, LA DE FULVIA COMENZABA A ALZARSE



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Imágenes:

1-Moneda acuñada con Fulvia como la diosa Victoria.
2-"Los Graco", de Eugene Guillame
3-Ruinas de la Regia, en el Foro Romano, donde Clodio fue sorprendido durante los Misterios de la Bona Dea
4-Retrato de Marco Tulio Cicerón
5-Retrato de Gneo Pompeyo Magno
6-Representación de sepelio romano en un sarcófago del s.III

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Bibliografía a consultar:

BABCOCK, C.L: “The early career of Fulvia”, American Journal of Philology, 86, 1965, 1-32 DELIA, D: “Fulvia reconsidered”, en Pomeroy, S. (ed.): Women´s History and Ancient Historiay, North Carolina, 197-217
FISCHER, R.A: Fulvia und Octavia. Die beiden Ehefrauen des Marcus Antonius in der politischen Kämpfen des Umbruchzeit zwischen Republick un Prinzipat, Berlin, 1999
GARCÍA VIVAS, G.A: “Apiano, BC, 4, 32: Octavia como exemplum del papel de la mujer en la propaganda política del Segundo Triunvirato (44-30 a.C.)”, Fortunatae, nº 15, 2004, 103-112; IDEM: Octavia contra Cleopatra: el papel de la mujer en la propaganda del Triunvirato (44-30 a.C.),Madrid, 2013
VIRLOUVET, C: “Fulvia la pasionaria”, en Fraschetti, A (ed.): Roma al femminile, Roma-Bari, 1994

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