martes, 18 de febrero de 2014

Augusto: El ascenso al poder

El futuro Augusto nace como Cayo Octavio el 23 de septiembre del año 63 a.C., año de la conjura de Catilina y el consulado de Cicerón. Su padre, de mismo nombre, era un homo novus, es decir, el primero de su familia en entrar en el Senado; originario de Velletri, gozó de una gran fortuna y en el año 60 a.C. alcanzó la pretura, muriendo al año siguiente antes de poder presentarse al consulado. Su madre, Atia, contraería años después un segundo matrimonio con Lucio Marcio Filipo, cónsul en el año 56 a.C., el cual criaría al pequeño Octavio y a su hermana, Octavia, junto a sus propios hijos, arreglando incluso el matrimonio de Octavia con Cayo Claudio Marcelo, senador y cónsul en el año 50 a.C.. Atia era nieta de Julia la Menor, una de las hermanas de Julio César, quién desde pronto se interesaría de Octavio, ocupándose de su educación, orientada a la retórica y a las letras. Ya en el año 47 a.C., con solo dieciséis años, César le nombra para formar parte del Colegio de los Pontífices y al año siguiente le permite participar en su triunfo africano, aceptándole incluso en su carro, gesto en el que algunos autores modernos han querido ver un reconocimiento público por parte de César de Octavio como su heredero. En el año 45 a.C., Octavio pudo haber luchado con César en Hispania contra los últimos partidarios de los hijos de Pompeyo, mientras que al siguiente año le encontramos en Apollonia, en la provincia de Iliria. Las fuentes difieren sobre si se hallaba allí preparando la campaña contra los partos, uno de los últimos proyectos de César, o bien estaba recibiendo educación con maestros griegos. Sea como fuere, sería en esta ciudad dónde Octavio recibiría la noticia del asesinato de César y su adopción por este como hijo y heredero de ¾ partes de su fortuna. A partir de ese momento asume un nuevo nombre: Cayo Julio César Octaviano.  
Tras desoír los consejos de su madre, que le instaba a rechazar la sucesión y herencia de César, y de varios oficiales, que le exhortaban a buscar refugio con las tropas de Macedonia, Octaviano decide navegar a Italia para reclamar el legado de su tío abuelo. Tras una cálida recepción por parte de los soldados de César en el puerto de Brindisi, Octaviano se apropia sin permiso oficial de los tributos anuales de las provincias orientales y con ellos recluta tropas en su marcha hacia Roma, veteranos de César principalmente, hasta alcanzar en junio los 30.000 efectivos. Al llegar a la ciudad, Octaviano se encuentra con el cónsul Marco Antonio en una frágil tregua con los asesinos de César gracias a una amnistía general aprobada el 17 de marzo. Antonio, no obstante, había logrado expulsar a la mayoría de Roma con su discurso fúnebre en honor a César, que volvió a la opinión pública contra los cesaricidas, dirigidos por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino. Aunque Antonio estaba acumulando gran apoyo político, Octaviano se decidió a rivalizar con él con el fin de ser dirigente de la facción populista que antes dirigiera César, y si bien no tendría éxito en persuadir a Antonio para que le entregara la fortuna de César de la que aquel se había apoderado, si logró durante el verano el apoyo de varias prominentes figuras de la política romana, quienes veían en Octaviano un mal menor o un medio para deshacerse definitivamente de Antonio. Este estos destacaba de forma principal Marco Tulio Cicerón -bajo cuyo consulado Octaviano naciera-, quién atacaría a Antonio en el Senado mediante sus famosas Filípicas acusándole, entre otras cosas, de ser la mayor amenaza para el Estado romano. Este clima de abierta hostilidad, unido a la fuerza militar de la que disponía Octaviano en Italia, obligaron finalmente a Marco Antonio a partir de Italia hacia la Galia Cisalpina, cuyo gobierno Décimo Bruto se negó a entregarle a pesar de haberle sido concedido por el Senado.
Nombrado senador en el año 43 a.C., antes de la edad permitida y sin haber ocupado cargo alguno, Octaviano recibía así oficialmente el apoyo del Senado frente a Antonio, si bien el objetivo último de los senadores era debilitar a la totalidad de la facción cesariana. Con este fin, se le otorga a Octaviano el imperium propretoriano, que convirtió en legal el mando sobre sus legiones, y se le envía junto a los cónsules Hircio y Pansa a socorrer a Décimo Bruto, asediado por Antonio en la actual Módena.   El ejército de Antonio sería vencido en Forum Gallorum, lo que supuso una victoria para el bando senatorial, sin embargo durante los enfrentamientos murieron ambos cónsules, dejando a Octaviano como único comandante en jefe de los ejércitos. El Senado intentó recuperar el control solicitando a Octaviano que cediera el mando a Décimo Bruto, pero el heredero de César rechazó cooperar y ayudar en futuras ofensivas contra Antonio. Cuando el Senado, por su parte, se negó a entregarle el consulado, vacante por la muerte de Hircio y Pansa, y anular la declaración de Antonio como enemigo público y la amnistía concedida a los cesaricidas, Octaviano marchó a Roma al mando de ocho legiones y obligó al Senado a aceptar todas sus exigencias. Al mismo tiempo, Antonio establecía una alianza con Marco Emilio Lépido, otro líder cesariano quien ejerciera de magister equitum en la dictadura de Julio César (segundo poder del régimen solamente por debajo del dictador). Aunque derrotado, Antonio aún contaba con apoyos entre las tropas romanas, llegando a reagrupar sus fuerzas en la Galia hasta alcanzar un total de diecisiete legiones. Tanto Lépido como Octaviano sabían que, de continuar enfrentándose entre ellos, la facción cesariana se debilitaría y se reduciría, al contrario que los cesaricidas, que no tendrían ninguna necesidad de utilizar sus fuerzas. Se plantea pues la necesidad de una alianza entre ellos: en un encuentro realizado cerca de Bolonia a finales del año 46 a.C., Octaviano, Antonio y Lépido forman el llamado Segundo Triunvirato. A diferencia del Primer Triunvirato del 60 a.C., basado en un acuerdo privado entre Marco Licinio Craso, Julio César y Pompeyo, el Segundo Triunvirato fue legalizado mediante la Lex Titia tresviri res publicae constituendae, que procedió a crear una nueva magistratura a medida de Octaviano, Antonio y Lépido, a los que se dotó de poderes especiales por una duración de cinco años con el fin de reorganizar la República romana. Supuso así mismo la división del territorio controlado por Roma en tres parcelas diferenciadas de poder: Marco Antonio recibió Galia Transalpina y Cisalpina; Lépido tuvo la Galia Narbonense; y Octaviano aceptó Hispania, Cerdeña y Sicilia. Octaviano se encontró pues en peor posición que sus dos colegas de triunvirato, ya que el mar se encontraba dominado por Sexto Pompeyo, último hijo superviviente de Pompeyo Magno, mientras que la Galia, en poder de Antonio y Lépido, les proporcionaba a éstos el mayor número de legionarios.
Con el Estado romano en poder de los cesarianos y derogada la amnistía por la muerte del dictador, comienza la guerra civil contra los cesaricidas. Es en este contexto determinado donde se enmarcan las listas de proscripciones: redactadas por los triunviros, contenían nombres de enemigos públicos cuya detención o muerte se recompensaba con la entrega al ejecutor de una parte de los bienes del proscrito, si bien la mayoría de los mismos pasaba a los triunviros y se destinaba al pago de tropas. Se calcula que las proscripciones afectaron a 300 senadores y 2.000 caballeros, entre los cuales se incluía al propio Cicerón, y redujeron en un tercio el Senado, ocupándose los puestos vacantes con hombres fieles a los triunviros, sobre todo a Octaviano. Éste vería aún más reforzada su situación con la divinización de César, al que se dotó de un templo en el Foro Romano y una clase sacerdotal permanente. A partir de ese momento, Octaviano pasó a ser conocido, principalmente a través de las monedas, como Dei Filius, o hijo de un dios. La guerra civil contra los cesaricidas finalizaría con dos batallas sucesivas, ambas en Filipos, en la provincia de Macedonia. Bruto y Casio contaban con 19 legiones contra las 29 que lograron reunir los triunviros, por lo que son derrotados y optan por el suicidio. Su muerte supone prácticamente el fin del partido republicano contrario a los cesarianos, ya que se queda sin jefes y sin ejército. La victoria impuso a los triunviros la necesidad de encontrar tierras con las que recompensar a sus soldados veteranos. Dada la inexistencia de tierra pública, se vieron en la obligación de expulsar y expropiar a centenares de miles de campesinos de Italia, siendo uno de los perjudicados el poeta Virgilio, como refleja en sus Georgias. Esta labor impopular correspondió a Octaviano, por hallarse Antonio en Oriente, y afectó a un total de dieciocho ciudades de toda Italia. La medida aumentó la clientela del hijo adoptivo de César, al sumar a su causa a los colonos recién asentados, pero al mismo tiempo desencadenó la denominada guerra de Perugia en el año 40 a.C., cuando los perjudicados por las expropiaciones encontraron en Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, un líder para su causa. El conflicto se saldó con una nueva victoria para Octaviano y puso en peligro la continuidad del triunvirato.
Aunque Antonio desembarca en Italia dispuesto a un enfrentamiento con Octaviano, los centuriones de ambos ejércitos se niegan a combatir y logran la firma del Tratado de Brindisi, por el que no solo se continúa el sistema del triunvirato sino que además se produce un nuevo reparto de los territorios de Roma: Octaviano recibe las provincias occidentales, Antonio las orientales y Lépido sólo África, gobernando los tres conjuntamente en Italia. Como garantía del cumplimiento del tratado y del buen entendimiento entre los triunviros, Antonio contrae matrimonio con Octavia, hermana de Octaviano y recientemente viuda de su primer marido, Marcelo. El nuevo acuerdo enfrenta a Octaviano directamente con Sexto Pompeyo, el cual todavía ejerce un control absoluto sobre el Mar Mediterráneo hasta el punto de amenazar el abastecimiento de trigo a Roma procedente de Egipto. A fin de acercar posturas con él, en el año 40 a.C. Octaviano casa con Escribonia, una pariente lejana de Pompeyo, con quién tendría a su única hija, Julia. Solamente un año más tarde, pondría fin momentáneo al conflicto con la firma del Tratado de Miseno, por el que Octaviano concede a Pompeyo poderes sobre Sicilia, Córcega, Cerdeña y el Peloponeso, a cambio de que Pompeyo no interrumpa el abastecimiento de trigo. Conseguido su objetivo, Octaviano repudia a Escribonia y contrae matrimonio poco tiempo después -enero del 38 a.C.-con Livia Drusila tras haber obligado a su primer marido, Tiberio Claudio Nerón, a divorciarse de ella, entonces embarazada de seis meses de su segundo hijo. Las fuentes afirman que la boda fue un acto de amor, aunque sin duda se debió también a la conveniencia política. Livia pertenecía a una de las familias aristocráticas más antiguas de Roma, los Claudios, lo que permitió a Octaviano estrechar lazos con el sector conservador del Senado. Gracias a la intervención de Octavia, hermana de Octaviano y esposa de Antonio, se renueva en 37 a.C., en la ciudad de Tarento, el triunvirato por otros cinco años más, acordándose una ayuda militar recíproca. Basándose en ello, Octaviano decide emprender finalmente la guerra con Pompeyo, que, obligatoriamente, habrá de tener lugar en el mar. Al frente de su flota, Octaviano colocará a Marco Vipsanio Agripa, uno de sus colaboradores más próximos. Antonio por su parte opta por emprender la guerra contra los partos, coincidiendo sus deseos con las ambiciones de Cleopatra VI, reina de Egipto, que aspiraba a ampliar su territorio. En julio del año 36 a.C se inicia el enfrentamiento contra Sexto Pompeyo. Mientras tanto Octaviano deja al frente de Roma a Cayo Cilnio Mecenas, otro de sus colaboradores cercanos, si bien sin cargo alguno que respalde su autoridad, cosa que constituía una violación de la legalidad republicana. La guerra entre Pompeyo y Octaviano se resolverá en dos grandes batallas, en Mylae y en Nauloco. La consecuencia inmediata de la victoria de Octaviano es la huida de Pompeyo a Oriente, dónde sería detenido y ejecutado en el año 35 a.C., al parecer por orden de Antonio.
Gracias al botín obtenido en este conflicto, Octaviano compra a los legionarios de Lépido con el fin de que se incorporen a su ejército, debilitando hasta tal punto la posición de su colega de triunvirato que éste decide renunciar a su cargo y retirarse como ciudadano privado a una villa, dónde morirá 24 años más tarde. Sin embargo, Lépido seguirá detentando el cargo de Pontífice Máximo, similar a jefe de la religión romana, durante toda su vida, ya que es un cargo vitalicio, por lo que Octaviano no pudo acceder a él hasta el fallecimiento de Lépido. Roto de esta forma el triunvirato, Octaviano fundamentará su poder en el año 36 a.C. en la potestas de tribuno de la plebe, que le permitirá convocara tanto a las asambleas como al Senado y gozar de la sacrosanctitas o inmunidad sagrada, no solo para él sino también para Livia y Octavia. Antonio, mientras tanto, continuará en Oriente, donde toma una serie de torpes medidas que pronto habrán de convertirse en argumentos a favor de Octaviano. En aquel mismo año, el 36 a.C., dirigió una gran expedición contra los partos que supondría un sonoro fracaso con gran pérdida de soldados y armamento y una considerable merma de su prestigio militar. Octaviano no solo no le envía 2.000 legionarios en vez de los 20.000 prometidos, lo que impide a Antonio recuperarse de la derrota, si no que además los envía acompañados de Octavia. Este hecho coloca a Antonio en situación complicada, pues si bien Octavia era su esposa en Roma, Cleopatra lo era igualmente en Alejandría, y de aceptar la ayuda militar enviada por Octaviano se arriesgaba a perder el apoyo militar y económico de Cleopatra. Antonio, finalmente, decide enviar a Octavia de vuelta a Roma, lo que desencadenó inmediatamente una enorme propaganda negativa en su contra, al haber rechazado a su esposa legítima por una amante oriental. A finales de ese mismo año, Antonio comete un nuevo error. Munacio Planco, uno de sus antiguos colaboradores, convence a Octaviano de que abra y dé a conocer el testamento de Antonio. En él, Antonio expresa su deseo de ser momificado y enterrado en Alejandría junto a Cleopatra, así como su intención de dividir los territorios romanos de Oriente entre los hijos tenidos con la reina egipcia para que puedan reinar sobre ellos. Inmediatamente tras conocerse el contenido del testamento, Antonio es declarado “enemigo público” y estalla la guerra entre los dos antiguos triunviros. No obstante, a pesar de disolverse el triunvirato en el año 33 a.C., la ruptura oficial entre ambos no se producirá hasta 32 a.C., momento en que Octaviano accede nuevamente al consulado para poder revestir su poder de legitimidad. Esta nueva guerra civil tendrá como escenario Macedonia, dónde se encontraba anclada la flota de Antonio, acosado por continuas deserciones; el conflicto por tanto tendrá lugar de nuevo por mar, produciéndose la batalla definitiva en Actium en el año 31 a.C. Las embarcaciones de Octaviano, comandadas por Agripa, eran más pequeñas que las de Antonio, pero también más manejables y numerosas; pronto el enfrentamiento empieza a inclinarse por el bando de Octaviano, momento en que Cleopatra, presente en Actium, huye seguida de cerca por Antonio. Casi de forma inmediata, las legiones de éste, acantonadas en tierra, juran lealtad a Octaviano. En Alejandría Cleopatra y Antonio organizan la resistencia, pero Octaviano logra entrar en la capital de Egipto y derrotar nuevamente al antiguo triunviro. Cleopatra y Antonio optarán por el suicidio, y el país del Nilo queda anexionado a Roma. La conquista no solamente asegurará el abastecimiento de trigo a Italia si no también proporcionará a Octaviano un cuantioso botín de guerra con el que se recompensará a sus partidarios y pondrá fin al período de guerras civiles iniciado en el año 49 a.C. con el paso del Rubicón por Julio César.


*Fotografía 1: Retrato de Julio César
*Fotografía 2: Moneda de Marco Junio Bruto donde se conmemora el asesinato de Julio César
*Fotografía 3: Retrato de Marco Antonio
*Fotografía 4: Moneda de Marco Emilio Lépido
*Fotografía 5: Moneda de de Sexto Pompeyo como "Neptuni filius"
*Fotografía 6: Posible retrato de Cleopatra

2 comentarios:

  1. Felicidades con retraso Laura. Dos personalidades tan diferentes como César y Octavio. ¿Continuidad en la política de ambos? Sin duda Octavio mostró valor, o ambición, tras la muerte de César. Este último era un genio, ¿era Octavio solo un hombre práctico?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algunos nacen con estrella y otros estrellados. En el caso de Octavio no solo tuvo la oportunidad perfecta, si no que además la supo aprovechar hasta sus últimas consecuencias

      Eliminar