viernes, 13 de julio de 2012

El epitafio de Allia Potestas



A los dioses Manes de Allia Potestas, liberta de Aulo.

Aquí yace la Perugina, ninguna fue más bella.
Entre muchas a duras penas una o dos pareció tan
laboriosa. Tú, tan grande, estás contenida en una pequeña urnita.
"Oh, cruel señor de la muerte y tú, dura Perséfone, 
¿por qué nos arrebatáis las cosas buenas y quedan las malvadas?"
-es la pregunta de todos, a la que ya estoy cansado de contestar-
y ellos me dan lágrimas, signo de su buena voluntad
Fuerte, refinada, casta, irreprochable, guardiana fidelísima,
limpia en casa, fuera de casa cuidadosa cuando era necesario, bien conocida por todos, 
era la única que podía tener a su cuidado todas las tareas domésticas, 
hacía hablar poco de ella, era inmune a las críticas. 
La primera en descender del lecho, la última en ir a dormir
después de haber puesto en orden cada cosa;
nunca sin razón la lana se alejó de sus manos,
por respeto cedió su lugar a todos, sus hábitos eran sanos.
No tenía una alta consideración de sí, nunca quiso considerarse libre.
Era de tez blanca, con ojos bellos y cabellos dorados, 
y mantenía el rostro de un esplendor marfíleo,
que ninguna mujer se dice había tenido nunca, 
y en el níveo pecho tenía pequeños pezones.
¿Y qué decir de las piernas? Aquellas de Atalanta, en comparación, eran incluso ridículas.
No era una estrecha, si no generosa con su hermoso cuerpo.
Tenía miembros simples, si se depilase cada pelo; 
quizás podrías inculparla de haber tenido manos ásperas:
pues nada le gustaba, si no lo que había hecho ella.
No tenía deseo de saber, pensaba bastarse a sí misma, 
y no atrajo sobre sí nunca las maledicencias, porque no había nunca cometido ninguna culpa.
Mientras estaba en vida mantuvo el afecto entre sus dos jóvenes amantes,
así pues se volvieron similares al ejemplo de Pilades y Orestes;
una sola casa los acogía, eran una sola alma.
Después de su muerte ahora ellos mismos envejecen separados el uno del otro;
es decir, lo que tal mujer construyó, ahora dañaron palabras ofensivas.
¡Mirad a Troya, aquello que un tiempo hizo una mujer!
Me sea concedido, os ruego, valerme de grandes ejemplos en cosa pequeña.
El patrono, de cuyo corazón no has estado nunca rasgada, llorando sin tregua, 
ofrece como regalo a ti, que estas muerta, estos versos 
que cree dones gratos a los difuntos, 
el patrono a quién ninguna mujer, después de ti, le pareció digna.
Él, que vive sin ti, es cómo si viese sus propios funerales.
Al brazo porta de continuo tu nombre, 
único modo de retenerte conmigo, unida a mí, Potestas.
Sin embargo, ningún valor tendrán mis elogios, 
si no vivieras largo tiempo en mis versos.
En tu lugar, para mi consuelo, tengo una imagen,
que venero religiosamente y muchas guirnaldas le son ofrecidas, 
cuando vendrá de ti, me seguirá, compañera en el sepulcro.
Pero sin embargo, infeliz, ¿a quién pediré tales ritos funerarios?
Si, no obstante, habrá alguno al que pueda confiar tan gran encargo,
por este solo motivo, ahora que te he perdido, solo seré feliz en esto.
¡Ay de mí! me has vencido, mi destino y el tuyo se vuelven los mismos.

Quién osara violar esta tumba, violará también a los dioses.
Esta mujer, honrada en la inscripción, creed, tiene una divinidad que la protege.

CIL VI 37965 (Traducción propia)

6 comentarios:

  1. Es un epitafio maravilloso, en realidad, una vida resumida por una de las personas que la amaron. No puede pedirse más. Saludos cordiales.

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  2. Algunos somos de aquella época...estoy convencida de ello...algunos de nosotros se reconcen en aquella sociedad, aquellos ritos, aquellas costumbres...puedo parecer una loca, pero hay cosas que no sabría explicar y sin embargo tengo esa sensación...

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    1. Siento absolutamente lo mismo .. Q forma de transportarme

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  3. Es interesante remarcar que este epitafio fue hecho por los DOS viudos de la difunta. Es un caso que interesa a los estudiosos de la Antigüedad porque es un raro ejemplo de poliandria (aún si fue de hecho concubinato) que se ha hallado en el mundo grecorromano y la civilización occidental...

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    1. Me alegro de que aprecies la excepcionalidad del epitafio. También es importante señalar que ambos viudos, tal como indica la inscripción, eran "similares al ejemplo de Pilades y Orestes", dos amantes masculinos célebres en la mitología griega, por lo que ambos viudos, además de mantener relaciones con la difunta, también debían de mantener relaciones entre sí, aunque el pilar de este singular menage-a-trois era sin duda la fallecida Allia Potestas, pues "después de su muerte ahora ellos mismos envejecen separados el uno del otro"

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    2. Q historia !!
      En unas cuantas líneas pudimos conocer mucho ..

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